OPINIÓN. Las reflexiones, creo, se hacen mejor en frío. Anduve ya con ganas de escribir el pasado sábado, con el final de la Liga, pero pensé en que lo mejor para focalizar la vista en una opinión más aproximada a la realidad era dejar que pasaran los días, para así verlo todo desde una perspectiva reposada más alejada de la sentimental.
Y aquí estoy, en mi debate sobre qué y cómo decir sobre el Atlético de Madrid después de haber leído una auténtica lista interminable de barbaridades y, apenas, un par de palabras acertadas. No voy a juzgar a nadie, porque todo lo que pude llevarme a la boca fue recién terminada la Liga, y no es fácil ser objetivo de esa forma.
Los de Simeone han sido terceros en Liga, cumpliendo el objetivo que el argentino se puso en el mes de agosto. Ni más, ni menos. Y, además, sufriendo y peleando contra los que el Cholo afirmó que serían los rivales de los rojiblancos. Algunos, por entonces, quisieron atizar al míster cuando se llevaban un par de jornadas ligueras. Que si va de víctima, que si no quiere presión, que si la abuela fuma… Lo de siempre.
La realidad es que, el que mejor conoce a su plantel, es el técnico. Y Simeone, ahora ya se puede decir, sabía mejor que nadie que los puestos en los que se había debilitado el club en verano eran vitales. Desde la secretaría técnica y el propio cuerpo técnico se trató de subsanar ese hándicap como se pudo. Llegaron relevos que han sido parches para cortar hemorragias más que operaciones a vida o muerte para regenerar los órganos perdidos —a la espera de la confirmación de la talla mundial que va adquiriendo Jan Oblak. Esto, muy fácil de comprender, generaba siempre un debate sobre el desembolso que hizo el club en verano y olvidando las terribles pérdidas. De eso ya se habló por aquí hace un año, por cierto.
Simeone reconocía hace poco en una entrevista radiofónica que, desde que es entrenador del Atlético, se le han ido algunas figuras en los mercados estivales, pero que nunca había necesitado realizar una reestructuración de plantilla tan amplia como la de este curso. De ahí que el mérito de la tercera posición sea doble. Desconozco si ha habido errores en materia de fichajes, o realmente el rendimiento de alguno de ellos no ha sido el esperado por parte de nadie (que juzgue y ponga nombres quien quiera), pero el equipo ha partido de cero mientras que sus dos mayores rivales venían en carrera.
Y sí, he llegado a leer que este curso 2014/15 ha sido un fracaso. Miren, me río. La tercera posición era una obligación por plantilla, y se ha conseguido. Ser campeón de Liga era una hipótesis lejana que no todos los años va a convertirse en realidad. “Sólo cuando Real Madrid y Barcelona estén flojos, por ahí podremos pelearles la Liga”. Palabra del Cholo. Este año no han estado nada flojos. En el Real Madrid todo era euforia. La primera parte de la temporada del equipo blanco le encaminó a encuestas sobre si era el mejor equipo de la historia; la segunda parte de temporada del Barça le ha llevado a optar al triplete. Difícil para un Atlético nuevo, ¿no? Se ha caído en Cuartos de Final de Copa, sí, ¿pero contra quién? Se consiguió vencer al Real Madrid en la ronda anterior (y bien) y se cayó peleando contra el Barcelona hasta que un árbitro decidió cargarse una eliminatoria preciosa. También se sufrió un varapalo en Cuartos de Liga de Campeones. Pero ante el Real Madrid, a dos minutos de forzar la prórroga, y con error táctico de Simeone. Sí, también se equivoca. Ni tan mal, ¿no?
He llegado a leer que este curso 2014/15 ha sido un fracaso. Miren, me río.
A mí, personalmente, me resulta ridículo tener que andar recordando esto. No sé si son las nuevas generaciones, o que se ha malinterpretado lo que el Atlético tiene que hacer en este fútbol contemporáneo, pero muchos andan equivocados. Como bien ha afirmado el míster, “Messi y Cristiano no durarán para siempre”. Y en ese resquicio, igual, puede entrar el Atlético de Madrid. Exijamos a los jugadores que se dejen el alma en el campo, no que consigan ganar a Goliat estando siempre en el cuerpo de David; porque eso, amigos, es improbable —que no imposible—. Y en la palabra improbable, está la palabra probable. Pero no nos volvamos locos, y escuchemos más a la persona que nos ha traído aquí y menos a quien quiere apartarnos de su camino.