Los futbolistas no son hinchas. Mucho menos un tipo que ha crecido por y para un club otomano. Partiendo de esa premisa que los descataloga como fanáticos de algo más que un simple sentimiento, discutir hasta caer en el desprecio y en el insulto – recurso zafio para desacreditar a una persona que durante 4 años se ha entregado a una idea y un proyecto- hacia Arda Turan, un turco que creció en el Galatasaray, que paga el agua de su barrio natal, Bayrampasa, y que se alimenta de kebabs en Madrid (Hisar Casa Turca, en la calle Narváez, 72) con la misma frecuencia que uno pasa por la ducha antes de ir a trabajar, es cuanto menos atrevido y, permítanme el adjetivo, poco inteligente, a pesar de su profundo y manifiesto interés de cambiar de aires.
Despreciar o insultar a Arda sin reflexionar quién (y por qué) lo vende y cómo lo vende es, permítanme el adjetivo, poco inteligente.
La venta de Arda Turan, uno de los pocos supervivientes que conocieron por partes iguales al ‘Pupas’ y al Atlético campeón capaz de cuestionar el orden establecido, al FC Barcelona se resume en una sencilla — y recurrente — reflexión: «cuando el sabio señala la luna, el necio se queda mirando el dedo». Trece de los 25 futbolistas que integraron la plantilla del Atleti campeón de Liga y subcampeón de Europa ya son historia en la ribera del Manzanares. En dos veranos, los responsables de la parcela deportiva han desaprovechado la oportunidad de cimentar las bases de un gigante y han tenido que reinventarse tras cada final de temporada. ¿Quién tiene la culpa de semejante rufianería, por qué lo repite sistemáticamente cada año y quién se lo permite?
El latiguillo de «los jugadores juegan donde quieren» es, sin atisbo de duda, una de las frases más célebres y repetidas de Enrique Cerezo, junto a las de «no regalo áticos» y el «no somos un club vendedor». Sin serlo, siempre según la versión que sostiene el presidente colchonero, el Atlético de Madrid ha dinamitado sin piedad ni escrúpulo una plantilla campeona de cinco títulos en los tres últimos años. «Los únicos intransferibles son Godín y Koke», decía Simeone, resignado al entender que las ventas en la Ribera del Manzanares es como ir a la piscina en verano: un hábito rutinario.
Simeone se resigna. Las ventas en el Atlético es como ir a la piscina en verano: un hábito rutinario.
La llegada del turco a Can Barça hace que la bicefalia del Atlético deje a Simeone expuesto y con el culo al aire. «Damos pelea con una diferencia de 400 millones con el Barça», dijo el ‘Cholo’ tras empatar a cero contra los azulgranas en enero de 2014. El discurso del argentino, siempre recurrente en las diferencias económicas y de potencial de las plantillas, se queda — en términos taurinos– a puerta gayola con una venda en los ojos, vestido completamente de rojo y sin capote en mano. El alegato que se defiende con tesón desde el banquillo está muy lejos de lo que se hace desde los despachos del Vicente Calderón.
La directiva del Atlético ha optado con este traspaso por ser un Quijote preso de la locura en vez de un valeroso Don Pelayo en la Batalla de Covadonga. Por poner un ejemplo. Han destrozado el verso de su técnico negociando la venta de un jugador importante en sus esquemas en lugar de remitirles a la cláusula de 41 millones, requisito contractual por el que llegan – o llegarán — jugadores como Vietto y Jackson Martínez después de que Villarreal y Oporto se negarán a minusvalorar en términos financieros el potencial de sus estrellas.
Simeone lamenta las diferencias económicas con Real Madrid y Barça. Mientras, la directiva facilita la llegada de uno de los hombres fuertes del ‘Cholo’ a uno de sus rivales.
Porque la suma de 34 millones de euros más siete en variables alcanza los 41 millones que tiene Arda de cláusula pero ni de lejos las formas ejecutadas corresponden al esfuerzo que once titanes y un cuerpo técnico liderado por Diego Pablo Simeone arrojan cada domingo sobre un campo de fútbol. Es inviable sostener un razonamiento de términos económicos de inferioridad con respecto a Real Madrid y Barcelona cuando los hombres de corbata se rebajan para reforzar a sus máximos rivales. Los milagros ya no se piden a Lourdes, se rezan al ‘Cholo’.
En resumen, la marcha de Arda Turan al FC Barcelona – motivada especialmente por el interés del jugador en recalar en esta entidad — es perder una valiosa oportunidad de pegar un puñetazo sobre la mesa y esclarecer unos asuntos que la reciente directiva debe a la digna historia que el club un día vivió con responsables más competentes. Se va Filipe Luis, se va Diego Costa, se va Falcao, se va Mario Mandzukic, se va David de Gea, se va Sergio Agüero, echan a patadas a Diego Forlán y se marchan cientos de jugadores más que han ayudado a construir este Atlético. Al mismo tiempo, un sector amplio de la afición descarga su ira y su frustración en los futbolistas mientras a otros les permiten la poca cintura y la nula mano de hierro en valorar su patrimonio. ¿Por qué y hasta cuándo?
Victor Molina [social_link type=»twitter» url=»https://twitter.com/VictorMolina7″ target=»on» ]https://twitter.com/VictorMolina7[/social_link]
Fotografía: Tania Delgado[social_link type=»twitter» url=»https://twitter.com/TD_Fotografia» target=»on» ]https://twitter.com/TD_Fotografia[/social_link]
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