CONTRACRÓNICA. Todo parecía indicar que el Atleti se llevaría los tres puntos de Riazor tras haberse adelantado en la primera parte con un gran gol de Tiago, precedido de una buena jugada entre Koke y Carrasco. Más aún cuando en el último tercio del primer acto el Atleti disfrutó de varias llegadas, e incluso una doble ocasión con un remate de cabeza de Godín que se estrelló en el palo, y el posterior remate de Griezmann recogiendo el rebote disparando por instinto con la mala suerte de que el balón se estrellara en el portero.
Un buen Atleti en el primer tiempo donde destacaron las coberturas y ayudas mutuas entre Godín y Giménez, la capacidad de percutir por ambas bandas de Filipe Luis y sobre todo un inagotable Juanfran, la organización y contención de Tiago -además del gol- y de Gabi, la manija del juego ofensivo en las botas de Koke, el ímpetu y la verticalidad de Carrasco… Y donde solo desentonaron un Griezmann un tanto apocado y un Jackson Martínez, que si bien tiró desmarques y presionó la salida de balón, no logró encontrar ninguna ocasión para rematar viéndose secado por completo por el central deportivista, Sidnei.
Buena primera mitad de los rojiblancos, que sin embargo decidieron olvidar tras el descanso todas las virtudes por las que habían destacado en la primera mitad, ya sea por indicación de Simeone, o por el hecho de ir con ventaja en el marcador y echarse a dormir dejando pasar los minutos mientras pensaban en el próximo partido de Champions ante el Astana. Difícil de creer esto último por aquello del ‘partido a partido’, achacamos a Simeone esa manía, por decirlo de alguna manera, de dar un paso atrás cuando el Atleti se pone por delante en el marcador. Eso que acuñamos Simeonaccio. Fuera orden del Cholo o no, lo refrendó el técnico argentino sacando del campo a Jackson para poner a un Saúl que no logró aportar la solidez en el centro del campo que demandaban sus compañeros de medular ya agotados por el ritmo alto del partido. Y es que aún le queda mucho por aprender al pequeño Boria. Una sustitución que era un claro mensaje al equipo: paso atrás. Antes Carrasco, uno de los mejores del partido, había dejado su sitio a Correa.
El Depor se dio cuenta de la jugada y poco a poco se fue acercando con más corazón que juego a la portería de hasta entonces un inédito Oblak. El Atleti dejó de presionar, dejó de llevar el balón con verticalidad arriba y dejó de atacar. Con esto y con una leve mejoría local más el ímpetu para buscar el empate, el Deportivo consiguió llegar poco a poco a las inmediaciones del área rojiblanca, sin embargo el Atleti se encontraba cómodo dejando pasar los minutos defendiendo con seguridad. Hasta que Giménez confundió la seguridad con la falta de concentración y tensión perdiendo un balón junto a la línea de fondo por confiarse en exceso ante la presión de Lucas Pérez. El ex-rojiblanco le robó la cartera al uruguayo, y aprovechó el error para abrirse camino a la portería y batir a Oblak casi a bocajarro. Se escondía tapándose la camiseta el joven central colchonero. Un error infantil que jamás pudo cometer de haber tenido la tensión requerida en esa acción.
El Deportivo aprovechó la empanada gallega -nunca mejor dicho- en la que se había convertido el Atlético y a punto estuvo de ganar el partido si no hubiera sido porque el gran golpeo de Fajr se estrelló en la cruceta y porque Oblak estuvo eficaz en el tramo del encuentro en el que le tocó actuar. Simeone sacó a Torres por Tiago en un intento desesperado para volver a tener una referencia arriba y opciones en el contragolpe, pero los minutos se echaron encima y los tres puntos y el liderato provisional se echaron a perder. En otros partidos, como ante la Real Sociedad, el paso atrás del equipo no tuvo fatales consecuencias. Hoy en Riazor, el fútbol y el Deportivo demostraron a Simeone y al Atleti que quien juega con fuego se termina quemando.
Fotografía: Atlético de Madrid
