Muchos piensan que los que vivieron en el Munich de mediados de la década de 1970 fueron unos privilegiados. No por la coyuntura política, ni mucho menos, sino porque tuvieron la oportunidad de disfrutar de uno de los mejores equipos que ha dado el balompié. El auténtico germen de aquella famosa expresión de Gary Lineker: “El fútbol es un deporte en el que juegan once contra once y siempre gana Alemania”.
Allí se gestó aquel mítico Bayern de Udo Lattek, un equipo que, dirigido desde el verde por su capitán Franz Beckenbauer, se erigió como el auténtico führer de la Alemania Occidental. Y fue precisamente en la temporada 73/74 cuando comenzó a hacerlo. Tras varios años buscando consolidarse, aquella campaña el equipo muniqués se reafirmó como un conjunto con un presente extraordinario y un porvenir todavía mejor. Logró alzar la Bundesliga (la que era la quinta de su historia) y su primera Copa de Europa tras aquella maldita final frente al Atleti.
Se trataba de un núcleo bastante joven, con las ideas claras y un fuerte carácter competitivo. Los pupilos de Lattek (y de Beckenbauer), con Gerd Torpedo Muller y Uli Hoeness a la cabeza, estaban decididos a hacer historia. En competición nacional, le ganaron la Liga por un punto al Borussia de Mönchengladbach, aunque cayeron en semifinales de Copa ante el Eintracht de Frankfurt de Hölzenbein por 3-2 merced a un tanto de penalti en el último minuto de partido.
Su andadura en europea tampoco fue sencilla. Comenzó eliminando en penaltis con más problemas de los previstos al Atvidabergs sueco. Según avanzaba la competición, sus dudas se fueron disipando y el equipo muniqués fue confirmando su poderío. Se deshizo del Dynamo de Dresden, su vecino de la otra Alemania; del CSKA de Sofía búlgaro; y en semifinales del Újpest FC húngaro, la gran revelación de aquella Copa de Europa. En la última ronda esperaba el Atleti de Luis, Ufarte, Adelardo y Gárate, que anhelaba conseguir el mayor de los trofeos por vez primera en su historia. En la final disputada sobre el verde de Heysel el 15 de mayo de 1974, ya en la prórroga, cuando Luis Aragonés adelantó al Atleti que ya se veía campeón, un zapatazo de Schwarzenbeck, compañero del Kaiser Beckenbauer en el eje de la zaga, con el partido agonizando, hizo creer al Bayern y obligó a forzar un segundo partido del que recordemos, no queremos acordarnos.
Así cerró la temporada el conjunto bávaro, con dos títulos que reafirmaron que su proyecto era más que una evidencia, una realidad que fue tomando cada vez más forma con el paso de los años. Ahora, con Beckenbauer como Presidente de Honor, el Bayern se ha quedado a ciento ochenta minutos de poder repetir aquella final. Aunque en esta ocasión, el resultado no hubiera sido el mismo. Luis no hubiera dejado que así fuera.
Alex Jiménez [social_link type=»twitter» url=»https://twitter.com/alexJota12 » target=»on» ][/social_link]
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